Nuestra
Primera Esquela.
D.E.P.
Libertad.
Rubén
Alexandre
¡BOOM! Así es una de
las formas en las que más comúnmente muere la libertad.
En las guerras, el
porcentaje de inocentes civiles muertos frente a los soldados en
combate, es alarmantemente superior. Pero mucho más en los actos
terroristas.
Actos que, de repente,
bien organizados y con alevosía; hacen que vidas humanas se vayan,
sin dejar ni un pésimo adiós a sus familias y seres queridos. Que
se pare la existencia de un número “X” de personas, pero que la
muerte en vida llegue para muchas otras. Ese paréntesis, poco a poco
desaparecerá (en Francia durará tres días negros) pero, ¿y para
sus familias? Esa sombra de oscuridad siempre estará en mayor o
menor medida.
Entiendo, que las
personas se sientan indignadas a veces. Que su credo sea estricto y
ortodoxo. Pero nunca entenderé, como en nombre de Dios, puedes
arrebatar vilmente las vidas de personas. No lo acepto. Es una
costumbre milenaria de muchas culturas, en la que la decadencia de la
raza humana se deja en evidencia. No se trata de “la palabra de
Dios”, se trata de personas soberbias que se creen por encima de
sus víctimas y, que se creen con el derecho de coger un rol de
“pseudo-Demiurgo” ; que, si realmente existiera; haría que sus
cabezas se replantearan, muy en serio, su papel en este mundo.
Después, claro está, de hacerles ver su “ira divina”.
La injusticia asolapa
nuestro mundo. Occidente maltrata a oriente, explotando sus recursos
naturales desde tiempos inmemoriales, haciendo que la riqueza se
quede en nuestro lado continental. Sus credos son rebajados a menos y
sus costumbres, si no son reemplazadas, son humilladas y vejadas. Aún
así, la venganza y el ataque gratuito no son una solución.
Una sociedad global debe
de tener una base sólida, que no se forjan con guerras y tratados,
que quedan en un segundo plano y que solo sirven para crear días de
celebraciones y puentes, sin dar un sentido estricto a nuestra propia
existencia común.
Las reglas morales y la
ética, no tienen porqué disiparse de nuestras identidades religiosas, pero si que opino que
no podemos jugar con la vida de las personas porque hagan caricaturas
de mal gusto, mofas o burlas de nuestro credo, o incluso de nosotros
mismos. En especial, porque las auténticas víctimas de estos
conflictos, suelen ser personas ajenas y totalmente inocentes.
No podemos abogar por la
decadencia de las civilizaciones como ha ocurrido a lo largo de la
historia. Y este tipo de actos, los cuales no sirven ni para bien ni
para mal para ninguna de las partes, que desaparezcan ya del todo de
nuestra realidad social.
Da igual en nombre de
quién: Alá, Yaveh, Brahma, Buda... Son deidades, por encima de
nosotros, que no se van a dignar a dictarnos actos, porque no somos
dignos de tener comunicación directa con ellos. Da igual los
profetas que lo afirmen, los actos de maldad encierran solo maldad. Y
las leyes del Karma, del “ojo por ojo y diente por diente” y
todos los símiles religiosos de la ley del Talión; no deben
permanecer más en nuestra sociedad si buscamos la justicia y la
equidad de todos los hombres y mujeres.
Y cogiendo de referencia
las palabras de Hollande: “Son nuestros héroes. La Republica se ha
visto atacada hoy”. Diré con indignación y rabia:
No, Hollande. Se ha
atacado a todas las personas de este mundo. Coartándose con miedo a
su libertad de expresión y, sobretodo, decir que no son héroes. Un
héroe, es aquel que muere convencido de su causa y de sus
convicciones durante una lucha, de la que cree que saldrá un futuro
mejor para sus descendientes, muera o no en batalla (porque
recordemos, que hay miles de luchas donde no hace falta que muera
nadie), y no cuando, desválidamente (cuando ya creemos que tenemos
ganado nuestro derecho de libertad), alguien se encuentra en una
reunión de Redacción del Periódico en la que trabaja para llevar
el pan a casa y un loco, le arrebata la vida cruelmente; por muchas
convicciones religiosas o ansias de venganza disponga. ¡Son
víctimas!, de un fanatismo que (sin miedo en mis venas diré) que es
atroz, una justicia divina desmedida y descompensada y que solo
atraerá más muerte y destrucción con las que crecerán los hijos
de todos nosotros. Y, usted, tampoco es quién, de utilizar su
martirio en “pro” de su Nación y de su Marketing político.
Y a todos los Dioses del
credo humano habidas y por haber, cojo por consabido que si alguna de
ustedes es la verdadera, y si realmente existe; que sepa que me
repudia el tipo de sociedad vengativa y enfermiza que han, o ha,
creado.
Que nuestra religión o
filosofía sea nuestra insignia de pertenencia, que la oratoria (sin
marketing de por medio) nuestra mejor arma y, el Derecho a la Vida,
conclusión inicial de lo que debemos hacer entre todos: Un mundo
mejor y libre. No puede ser esto una “Santa Inquisición” o una
“Guerra Santa” permanente.
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